31 diciembre, 2008

No es placer, es necesidad.


Tardes, manoseando la palabra viernes, desenredando mi fin de semana...

Tantas tardes. Luego, pasa tan rapido y no puedes verlo, quieres tocarlo pero ya se ha ido, no lo has visto... Y otra vez, echo de menos mi ración de vicio. Hago peliculas sin presupuesto. Y me duermo.. y me cuelgo, en el trapecio de los cinco dias como un murcielago de sangre fria. Y te llamo.

21 diciembre, 2008

C'est fini.


Y ahora el silencio se va a comer mis palabras, mis argumentos, mis ganas de estrujarte, de decirte un te quiero cada milésima de segundo, mis ganas de seguir adelante, mis ganas de dar cada dia un paso más junto a ti .

Ahora el silencio se va a comer mis sentimientos.

16 diciembre, 2008

Ahora y siempre.


Des del corredor se podían escuchar sollozos de desesperación. Se aspiraba un ambiente insomne y tal vez quisquilloso. Ella se encontraba en la puerta de la habitación, su mirada tenia una profundidad llena de recuerdos rotos, de quemaduras y alguna que otra sonrisa fingida. Siempre había creído que la vida trata de un juego, un sueño en el que todos estamos dirigidos como insignificantes marionetas. Cada uno con un papel, unos figuraban la maldad, otros la frialdad, alguno también la felicidad eterna, y otros no figuraban nada más que un simple muñeco que se mueve sin rumbo.
Fuera o no un sueño, una obra de teatro con un guión, o quizás un espectáculo libre, el destino no existía para ella. No quería que su vida quedase en un simple guión archivado en un estante de medio millón de carpetas, todas cubiertas de polvo.
Pensaba despertar de una vez, añadir sonrisa, llanto de emoción y un amanecer de admirar a su vida. Terminaría el volver al pasado, el imaginar y soñar sin crear.
Insignificantes recorridos, vueltas al mundo sin sentido, recuerdos en fotografía de carrete y escritos que dejaban los pelos de punta. Ahora serían parte de su vida, con sus ''Esto lo tengo que olvidar'' y con sus ''Por fin, voy a ser yo.''

Viendo la vida pasar.



Ella se sentaba en una dejada escalera a la que nadie nunca había dando importancia, era pequeña y te llevaba hasta una estrecha calle dónde ni las tiendas ni los bares eran abundantes. Cogía un pequeño cuaderno, dónde dibujaba, escribía, e interpretaba lo que a nadie nunca le hubiera pasado por la cabeza. Había días también que no dejaba de observar todo ese pequeño entorno que la rodeaba. El espacio de la calle no daba para mucho, pero su imaginación sobresalía los límites.
Se podía ver aquella clase de gente que pasea sin un rumbo fijo, que no sabe dónde va, sólo camina con la cabeza cabizbaja, también había quién murmuraba estúpidos argumentos en voz insignificante.
Llegó a observar también alguna que otra persona que se sentaba en un pequeño banco de una sola plaza, pasaban allí sentados horas y horas, observando pasar la gente, como ella. Pero en su mirada podía observar tristeza, temor, y alguna más que otra su mirada decía que habían perdido aquél último tren hacía lo llamado ''felicidad''.
Pasaban minutos, minutos y minutos, era increíble. Por pequeña que fuera, se daba cuenta de aquellas personas que corrían detrás de la vida, pero en aquél último paso, se llevaban el chasco más grande pensado. Llegó a ver también como algunos crecían creyendo saber todo, y dos veces pasada la calle el mundo se les echaba encima.
Algunos hablaban con sus parejas como si la vida fuera un regalo.
Otros se expresaban de manera indescriptible.
También había quien paseaba tenuemente sin dejar rastro de su existencia.
Podías ver aquellos que buscaban sin cesar su personalidad.

Para llegar a la conclusión de que todos tenemos nuestra historia.

15 diciembre, 2008

Something in the way.

Oía su respiración por cada paso que daba.
Se sentaba junto a mi, intentando comprender cada una de mis pequeñas ideas demacradas, que ni tan sólo en mi mente encontraban cobijo.
Cerraba los ojos con un simple pestañeo que parecía tener una vida entera llena de imaginación. En esas milésimas de segundo podía apreciar una vida junto a él. Una palabra, un suspiro, se mordía el labio inferior y me soltaba una sonrisa. Una sonrisa que a todos esos individuos inconscientes que paseaban por la calle una simple tarde de otoño,
no les diría nada, y a mi me llevaba con una velocidad sin interrupciones a un mundo secundario. Dónde los días parecían años luz, dónde los amaneceres tenían una duración ilimitada, dónde él me daba oxigeno por cada mínimo ahogo. Dónde no tenia verbos, nombres ni adjetivos para describir aquella irrealidad que parecía engancharse a mi como pura nicotina.